No vine para acumular o coleccionar materia, riquezas, personas, afectos.
Vine a experimentar la vida en constante cambio y hacerme rica en el Corazón llegando a la última COMPRENSIÓN.
Vine sin nada y nada me perteneció. Lo que un día fue algo cuando me vaya será nada, lo mismo con lo que vine, y el círculo se cerrará.


Solo fue una ilusión creer que tuve un cuerpo, un nombre, un papel o algo que hacer.
Vine para comprender que dejar ir la ilusión de SER INDIVIDUAL da la mayor libertad y amplitud que jamás una mente puede llegar a soñar.


Todos adquirimos el compromiso de conocer quiénes somos, pero lo olvidamos.
Como no tuve nada, nadie pudo robarme y de nada tuve que temer o cuidarme. Incluso la vida, aquello que llame Vida no la elegí, surgí a partir de determinadas condiciones. Aquello que llamé Yo y que se ofendió, jamás me perteneció y por lo tanto nunca nadie me atacó.


En lugar de disfrutar de esa vastedad que fui, me preocupé y sufrí por defender algo que no tuvo dueño jamás.
Y cuanto más me desprendía de todo, más capas y velos caían y más dolía morirse a la ilusión creada, más clara surgía la verdad de lo que es. No es en tiempo que se midió este proceso, fue un instante o fue eterno, nadie sabe porque nadie existe para contemplarlo, medirlo o contarlo.

Más allá de lo que crees, inalcanzable para la mente, “ese saber”, “ese amor” “eso que ES”, no se puede escribir. Vine para llegar ahí. Donde estés tú, allí estaré yo. Lo que quiera que sea que creas, eso creeré yo. Lo que vivas a dentro de ti, pasará también en mí. Porque tú y yo somos lo mismo, no somos dueños, propietarios o “tenedores” de cosas, vidas o ilusiones.
Karma Dechen

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