Dentro de la práctica espiritual del Budismo Tibetano se habla de la Toma de Refugio, que es el primer paso que uno da, para comenzar el camino budista. Hay diferentes niveles en los que uno toma refugio, siendo el más elevado el del practicante Mahayana.

Pero aquí, no me extenderé más en la toma de refugio, porque de lo que quiero hablar, es del Dharma. Por considerarse una de las tres joyas donde se toma refugio, he querido dar este contexto de refugio, en el que trataré de explicarlo.

Un budista, es alguien que busca su último refugio en el Buda, en su doctrina, conocida como el Dharma (ཆོས en tibetano) y en la Sangha, que es la comunidad espiritual que actúa de acuerdo a esa doctrina. Buda, Dharma y Sangha se conocen como las tres Joyas del Refugio. Las dos sílabas tibetanas, que son traducidas comúnmente como joya དཀོན་མཆོག, tienen dos significados: དཀོན། raro y མཆོག supremo. Así que joya, sería la palabra que de forma metafórica trata de aunar estas dos cualidades, lo raro, o poco común, difícil de encontrar, especial,… y lo supremo, es decir, lo máximo, aquello insuperable, aquello que no te engaña, lo genuino o sagrado.

La manera más sencilla que me ayudó a acercarme a la compresión de la palabra Dharma, fue una explicación que escuché repetidas veces en las enseñanzas recibidas.

El Buda, sería el médico raro y supremo.

El Dharma, sería la medicina rara y suprema.

La Sangha, serían esos seres raros y supremos, que como las enfermeras, asistentes del médico nos ayudan a sanarnos. También llamados los amigos espirituales que nos guían en el camino.

Nuestra enfermedad sería el sufrimiento. Y no un solo sufrimiento, sino varios tipos de sufrimientos que padecemos durante el ciclo de existencias. Así que como enfermos, pacientes, personas que necesitan de ayuda para liberarse de ese sufrimiento, acudimos al médico, el Buda, para que nos alivie.

El médico nos explica que hay una cura para nuestros dolores y sufrimientos, y que esa medicina, se llama Dharma. Y que si tomamos esa medicina, si seguimos ese Dharma, el sufrimiento cesará. Y que en ese camino de seguir el Dharma, en ese tiempo en que tomamos la medicina, hay seres que nos ayudarán con la medicina, es decir, nos ayudarán a integrar, comprender y asimilar el Dharma.

El nivel de comprensión y asimilación de esta medicina, depende del karma individual que cada persona posee, es decir, la conexión, los méritos acumulados y sus capacidades para tomarla. También de su fe en las palabras del médico y en la medicina.

Normalmente cuando vamos a la consulta del médico, es porque ya hemos agotado todas nuestras opciones para sanarnos por nosotros mismos, y no lo hemos conseguido.

Hay siempre un cierto nivel de desesperanza, de qué solos no podemos y entonces, se enciende de nuevo la esperanza cuando pensamos o nos damos cuenta, que hay un doctor que sabe más que nosotros sobre enfermedades y que puede tener una cura para nuestro mal.

De la misma manera, primero uno debe darse cuenta de su propio sufrimiento, conocer y sentir sus dolencias, porque sino hay consciencia de la enfermedad, del sufrimiento porque uno no reconoce los síntomas, nunca irá en busca de un doctor, pues seguirá bajo la ilusión de que nada le ocurre.

Pero una vez que uno ha reconocido que está enfermo, que sufre,  y tras haber intentado de muchas maneras, y muchas veces la sanación, tomará la decisión de visitar el médico. Con esta motivación, humildad y esperanza, uno acude al Buda, al médico, para explicarle lo que le pasa. Cuando nos dice que hay medicina para nosotros, el entusiasmo es grande y poderoso.

Y en el camino del Dharma, nuestros amigos espirituales nos acompañan para ayudarnos. Depende de uno mismo, elegir este camino o no, aplicar el Dharma o no, ( tomarse o no la medicina ), y dejarse guiar o no por los amigos espirituales. Sólo cuando se toma la pastilla que el médico te receta, tienes la experiencia de si te alivia o no. Es por eso que el camino para seguir el Dharma, es un camino de experiencia personal, tal y como el mismo Buda enseñó:

“No creas en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos. No creas en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo crean.

No creas en nada porque así lo hayan creído los sabios de otras épocas. No creas en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os lo inspira. No creas en lo que dicen las sagradas escrituras, sólo porque ellas lo digan.

No creas a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano. Cree únicamente en lo que tu mismo hayas experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento y a la voz de la conciencia.”

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